… No había leyes establecidas ni normas a seguir. El límite de las cosas era indefinido, diferente para cada ser. Un lugar vasto y sombrío donde nadie era dueño de nada, ni siquiera de su propia vida. Los sentimientos puros habían sido sustituidos, poco a poco, por meros instintos básicos de supervivencia. Y en este mundo, sumido en tinieblas, de pronto la luz nos fue dada. Apareció con su ejército de almas sin cuerpo, desunidas de la tierra, pululantes en el espíritu. Y toda la suciedad fue arrasada, quemada, extinguida. Y la armonía fue restablecida durante infinitas generaciones… hasta el final del círculo donde comienza el principio.
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