viernes, 12 de abril de 2013

Golpes


Niña triste, de Carlos Sáenz de Tejada

Sólo a las niñas guapas y a los hermanos que se las presentaban les concedía el privilegio de ser intocables. A los demás El Cates les repartía hostias o mofas, según el día. Como matón profesional, le gustaba rodearse de caras bonitas y memos que le rieran las gracias.
Yo no solía reír. Y mi hermanita ya nunca iba a volver. Así que cada tarde, al regresar de clase entraba a escondidas en su habitación, me abrazaba a sus peluches huérfanos y pensaba en ella mientras me frotaba los moratones. 


(Relato no seleccionado en el concurso "Relatos en cadena")

1 comentario:

Pedro Sánchez Negreira dijo...

¡Es muy bueno, Sara! Me gusta por ese giro que nos lleva de las niñas guapas a aquellos que no lo son y las consecuencias de no serlo.

Un abrazo.