Tenía dieciséis años cuando la guerra la pilló en Madrid. Cuando sonaban las sirenas se escondía junto a la familia para la que trabajaba en el hueco de la escalera. Más de una vez oyó caer los obuses cerca pero nunca tuvo miedo. La inocencia o la soberbia de la juventud la protegían del terror. La comida comenzaba a escasear. Y un día se llevaron a uno de los señoritos en plena noche. Para unas preguntas, dijeron. Nunca volvió. Ella tampoco preguntó. Pero cuando recibió la carta de su madre diciéndole que su hermano había muerto en el frente envejeció de golpe. Me dijo que ese día en su frente aparecieron dos arrugas. Esas que a mí tanto me gusta acariciar.
* Microrrelato presentado al concurso de la Cadena Ser "Memorias de una guerra"
5 comentarios:
Un final encantador rematando algo muy bien contado.
Muy bueno Sara! La historia es perfecta.
Un abrazo!!!
El final, tierno, redime la pena de la historia. Me ha gustado mucho. Un abrazo.
Es cierto, ese final suaviza la dureza de esta historia que puede que fuera real.
Besitos
Su poso de realidad lo tiene, doy fe. Me alegro de que os haya gustado.
Besitos a todos
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