viernes, 24 de febrero de 2012

Las siete vidas


Tenía alma de gata callejera: imposible encerrarla. Desde la ventana la ví, desmadejada en la acera, consumidas las siete vidas de golpe. 

miércoles, 22 de febrero de 2012

Naufragio


Son las doce horas, un minuto y quince segundos. La mesa está hecha un desastre, el champán por el suelo, cristales y cubiertos esparcidos. Y una pasta pegada en la alfombra mezcla de uvas y polvorones pisoteados. Ni cuando estaban los cuatro niños hubo tanto destrozo. Sus manos se aferran al palo de la fregona, único mástil en aquel naufragio. Él la mira con ojos vacíos desde el sofá, la cara azul y un hilo de baba dulce resbalándole por la comisura. Inmóvil, por lo demás. Como siempre.

domingo, 19 de febrero de 2012

Así es imposible dormir (II Macroquedada de Microrrelatistas)

De la emoción me costó conciliar el sueño... Por que ayer, por si alguien no lo sabe,  nos volvimos a reunir unos cuantos viciosos de esto de juntar letras, unos cuarenta nada más. Después de llenarnos la barriga en la Casa de León, que se está convirtiendo en un lugar emblemático para los microrrelatistas, pudimos disfrutar de la lectura de micros de los nuevos y de los veteranos. Ni unos ni otros me defraudaron. Cuánto talento por descubrir hay por ahí. Luego vino el consabido intercambio de micros tuneados, en el cual tuve la fortuna de recibir el de Pablo Garcinuño. Además  de ser un micro excelente venía con un aparato la mar de útil. Pego foto por si alguien no lo vio. 

Te aseguro, Pablo, que no pienso tirarlo, que no están los tiempos como para derroches. Además el micro me encanta. Con tu permiso lo transcribo porque la foto no es muy buena y no se lee bien:


Así es imposible dormir

Cada noche se le aparece el fantasma de su abuela. La anciana va en pijama, bata y zapatillas de andar por casa. Su aspecto, a pesar de lo familiar del atuendo, es espectral. Se acerca al nieto y le dice con voz de otro mundo: "No me pises los fregaos". Luego suele desaparecer.

Genial. 

Para terminar el día nos fuimos unos cuantos a tomar unas cañitas y allí pude intercambiar impresiones (las mías buenas) con caras conocidas y nuevas. Me encantó volver a ver a mi ranita preferida, a la dinamitera del grupo, a la entrañable Su, a mi vasca del alma, a mi payaso loco y demás. Perdonadme si me olvido de alguno. Por supuesto, también me gustó ponerle caras a nombres que para mí son ya amigos, como Nicolás (con quién me quedé con ganas de charlar más), MJ, o Elysa.

Un abrazo fuerte para todos y gracias por hacerme un poquito más feliz. 

Sara NY





viernes, 17 de febrero de 2012

Tonalidades


De tanto llevar gafas de sol ya sólo veía la vida con colores sombríos. El amarillo era ocre, el verde era caqui y el rojo, sangre.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Gotas


Te miro tumbada en la arena. De pronto comprendo. Esa gota salada que lame tu espalda es hermana de esta otra que resbala por mi mejilla.

viernes, 10 de febrero de 2012

Piel


Volamos raudos a tocar su piel.
Pero ella,
indiferente a la guerra,
se tumbó sobre la hierba,
triste, indolente,
apenas un hilo de baba
resbalando por la comisura.
Más con desgana que por defenderse
 soltó la botella
y de la boca le salió un gemido,
¿acaso un estertor?
Algunos dudaban,
pero finalmente
volamos, corrimos,
reptamos todos a tocar su piel.
Era suave
y estaba aún caliente.
Tenía las manos finas
y un poco azules.
La invadimos sin pudor.
Se dejó hacer.
No podía hacer ya nada.
Subimos por su pecho
 y con paciencia
logramos horadarle el corazón.
Era dulce y brillante...
y un poco seco.
Otros, más golosos, más vagos
prefirieron libar de la botella
que yacía a los pies.
Murieron ebrios de pena.

Sara Nieto Yuste
España

Con este poema participo del cuarto Concurso de Poesía de Heptagrama.

viernes, 3 de febrero de 2012

Suciedad


Con aliento de menta se sentía limpia al menos durante unos minutos al día. Lástima que no inventaran nada parecido para el alma.

miércoles, 1 de febrero de 2012

Un milagro en la mesa


Habría sido muy eficaz. Estaba seguro. Habría podido incluso con los nudos rebeldes de Marinita por las mañanas… si el destino le hubiese llevado a la planta de fabricación de artículos de peluquería en vez de a la de cuberterías. Tenía un cuerpo brillante y espigado, de un acero anodino como cualquiera, pero todo sea dicho, con unas bonitas incrustaciones en oro: dos letras, la S y la T. La S por Susana y la T por Tomás. Se dijo que debía estar orgulloso pues no era un tenedor cualquiera, de los que se usan a diario para pinchar trozos de filete de segunda o vulgares tortillas francesas. Había sido encargado ex profeso para formar parte del ajuar del matrimonio García-Medina y descansar en su estuche junto con los demás componentes del regimiento a la espera cada Navidad de lucirse trinchando pavos, conteniendo sopas de marisco o cortando solomillos. Cada Navidad. Una vez al año. Una vez cada 365 días, a veces cada 366.

Menos mal que Jaime, el pequeño se aprendió pronto el escondite del cajón de los cubiertos y jugaba a hacer música con ellos a la primera de cambio. En esas ocasiones él siempre se las arreglaba para desaparecer bajo el sofá o para ser oportunamente empujado por un zapato al descuido y lo más cerca posible del baño. Desde allí suspiraba con ser un peine de finas púas y recorrer todos los días las melenas femeninas de la casa: la de Susana y por supuesto la de Marinita. Esos cabellos ondulados, de color miel le atraían de una forma irresistible. Envidiaba la colección de peines y cepillos que descansaban en perfecto orden de formación sobre la encimera del baño, siempre dispuestos a convertirse en un sagaz instrumento de tortura o de placer según la mano que los esgrimiese. Pero siempre acababa localizado y convenientemente guardado en su ataúd colectivo de terciopelo azul marino Allí, rodeado de mudos cubiertos a los que tanto les daba que fuera a acabarse el mundo mañana mismo su infelicidad, si es que los tenedores pueden sentirla, crecía un poquito más y se sentía desesperanzado.

Por eso el año que Marinita se empeñó en que pusieran espaguetis en Nochebuena y Susana accedió “a ver si por lo menos come algo, que esta niña se nos muere de hambre” casi no daba crédito. Y cuando en el reparto cayó en manos de la niña decidió creer en los milagros. Nunca en la historia de la cocina hubo unos espaguetis tan bien peinados.